Hay lugares que uno visita por compromiso… y hay lugares que te hacen preguntar:
“¿Qué es esta obra maestra y por qué no había venido antes?”

Eso me pasó en Santa Marisquería, un concepto que nació de los mariscos de carretita —ya sabes, esos que te comes parado, con sol en la cara y salsa escurriendo— pero elevados a un lugar nice, elegante, y con sabor sonorense y nayarita que NO falla.

Callos nivel Guaymas, presentación nivel boutique

Lo primero que probé fueron los callos…
No exagero: parece que los trajeron directo de Sonora con hielo bendito.

Y no solo eso.
La famosa Torre de la Casa trae:

  • Camarón
  • Atún
  • Pulpo
  • Callo de hacha
  • Y una salsa secreta que te hace replantearte tu vida

Todo montado como si fuera brunch de revista, pero con puro sabor del mar.

“Mariscos de carreta… pero elegantes”

Así lo dije y así lo sostengo.
Santa Marisquería tiene esa vibra hogareña, de comida rústica, informal, pero servida en un espacio donde sí puedes traer a la morrita, a la suegra o al círculo de las amigas “nice”.

Y sí: los callos fusiles son de Sonora, las preparaciones recuerdan a Nayarit y Mazatlán, y los ostiones están fresquísimos.

La estrella que varios conocen ya:

Almeja embarazada

Almeja chocolate llena de ceviche de camarón.
Cállate los ojos.

La botana T-8I: un homenaje a la botana de casa

Imagínate:

  • Camarón cocido
  • Pulpo
  • Cueritos
  • Aguacate
  • Tostitos
  • Y la prepara el tío Chuy (todos tenemos un tío Chuy que cocina perro)

Eso te reciben para “abrir panza”.
Y funciona.

Del brunch al marisco fino

Por la mañana es brunch, tipo “señora elegante en Landmark”.
Por la tarde, se convierte en un marisquero de lujo.
Y las porciones son para compartir sin estar peleando por el último camarón.

¿Dónde está?

Justamente en:

🦐 Santa Marisquería
📍 Plaza Alameda Otay, dentro de Santo Brunch

Un concepto doble: desayunos nice → mariscos pesados.

La frase final…

Si quieres mariscos con sabor de carreta, frescura de playa y presentación para presumir en Instagram…
este es el lugar.

Y sí, aquí uno viene con la “morrita”… o con la “real”, como dicen ahora.